Vivimos en la era de lo rápido, de lo desechable, del resultado inmediato, del juicio y la crítica. Y el fútbol, -como siempre lo ha sido-, reflejo de la sociedad, no escapa a esa lógica.
Hoy en día, tanto en nuestro país como en el extranjero, un entrenador tiene apenas un par de malos resultados y se empieza a cuestionar su continuidad y apenas tiene un par de fracasos más, es reemplazado por otro.
Un jugador joven, si no rinde en sus primeros partidos, ya es tildado de “fracaso”. Los proyectos a largo plazo, esos que alguna vez construyeron grandes equipos, parecen encontrarse, en el pasado.
Antiguamente, se sostenía entrenadores creyendo en un “proceso”, se esperaba a jugadores creyendo en un “proceso de adaptación”, sin embargo, hoy, si un técnico pierde tres partidos seguidos, ya se habla de “ciclo cumplido”.
Y, si un jugador no rinde, en seis meses se busca su salida, a préstamo o rescindiendo su contrato. El tiempo y la paciencia ya no son valores de esta sociedad y, por ende, tampoco de dirigentes e hinchas.
El fenómeno no es casual ni forma parte de algo aislado. La sociedad actual consume contenido a alta velocidad, encontrar respuestas está a un clic de distancia. La paciencia se volvió un bien tremendamente escaso, y eso se traduce en la forma en que los clubes gestionan sus planteles y cuerpos técnicos.
Los dirigentes sienten la presión de hinchas, que exigen títulos, las redes sociales y medios de comunicación magnifican cualquier error.
Antes, los dirigentes, sabían que tener un éxito a largo plazo, requería planificación, esfuerzo y una confianza innegable en los futbolistas y los cuerpos técnicos, y esto ha llevado a que la palabra proceso, ya ni siquiera esté en el diccionario de la cultura futbolera.
Debemos entender que, como siempre ha sido así –aunque se olvide-, para crecer y aprender hay que caer, para ganar hay que fracasar y que un equipo de fútbol para alcanzar, a veces, la madurez necesaria debe pasar por momentos malos para poder creer en una idea, unirse en la derrota y desde ahí lograr un proceso exitoso.
Casos abundan, pero en la actualidad, un entrenador en Chile pierde tres encuentros seguidos y es seguro que será sustituido por el siguiente de turno.
El fútbol necesita recuperar algo de esa paciencia que lo hacía especial, eso que lo hacía único. Necesitamos entender que un DT debe establecer relaciones interpersonales durables con sus jugadores, hay que recordar que los integrantes del plantel se van conociendo en el día a día.
Forjar un equipo no puede ser un proceso de la noche a la mañana, entender que un juvenil tiene miedo, ansiedad y que puede que en un par de partidos no rinda, pero no por eso vamos a tildarlo de fracaso, que un extranjero está solo en un país que no conoce, sin su familia y que al principio la adaptación a vivir solo puede costar y eso trasladarse a su rendimiento deportivo.
A veces, y solo a veces, vale más perder hoy, aprender y crecer, para ganar mañana y que ese éxito sea sostenible en el tiempo.
Si seguimos viviendo al ritmo de la inmediatez, la esencia del futbol quedará desvirtuada, convirtiéndose en un deporte en que solo sirve el éxito y cualquier otro resultado, quedará descartado, transformándose los dirigentes e hinchas en seres exitistas. Donde el que gana huele bien y hay que abrazarlo y el que pierde huele mal y hay que rechazarlo.
Transformando entrenadores y jugadores, en seres profundamente frustrados, afectando con esto, invariablemente su salud mental.