En estos tiempos de modernidad y donde todo se ha profesionalizado, cuesta aceptar que dirigentes hinchas, se hagan cargo de clubes, que mas allá de llevarlos por el camino de los logros y triunfos, hacen que instituciones deportivas, de gran y larga tradición, sucumban ante su inexperiencia y falta de gestión deportiva.
Ya no es válido pretender que las cosas se hagan bien, en manos de personas que solo por gusto o cualquier otro motivo egoísta de figurar, no le den responsablemente, el paso a personas con la experiencia y preparación deportiva suficiente para hacerse cargo y llevar a los clubes al camino del logro deportivo.
Ver desde la tribuna y, en el día a día, lo único que se conoce y los distingue, son los problemas de relaciones contractuales, tratos inadecuados de entrenadores hacia los jugadores y el incumplimiento del compromiso económico contraído, llevando a perjudicar lo vital, el deportista, por ende, la institución.
Falta un ente regulador de las gestiones, un agente contralor de los dineros recibidos y el organismo evaluador de la gestión dirigencial, que apruebe o rechace la continuidad de las personas, para evitar, de una vez por todas, ver morir un Club, perder jugadores, ver alejarse al hincha y perjudicar una ciudad.
No podemos normalizar que jugadores renuncien a mitad de campeonato por mala gestión relacional, que jugadores se nieguen a vestir de corto por sueldos impagos, que basquetbolistas deban aceptar, ante el cobro de su sueldo, “te hemos llamado, pero no contestas”. No podemos permitir que jueguen con la dignidad de un jugador, despidiéndolo en un partido y retornarlo unas fechas después.
No podemos señores, ver morir el deporte y las instituciones deportivas de larga tradición, por la mala gestión de los dirigentes.