La salud mental postpandemia se ha visto deteriorada, existiendo numerosos estudios que confirman lo señalado. Como consecuencia de esto, muchas noticias actuales evidencian esta excesiva violencia en el deporte.
La preocupación, por erradicar estos comportamientos, alcanza dimensiones que trascienden el deporte, ya siendo un tema Estado. Frente a este escenario, la posibilidad de que no existan conductas violentas pasa inevitablemente por vías distintas al simple castigo de un comportamiento, por lo que, educar desde el deporte base o de iniciación, siempre resultará la mejor opción por su perspectiva positiva y estabilidad en el tiempo.
De esta forma, si padres y entrenadoras/es previenen conductas violentas y agresivas, entendiendo el deporte como una “herramienta” capaz de transmitir valores prosociales, el efecto que tendremos será el de niñas/os y jóvenes más conectados con el disfrute, el desarrollo positivo y con estilos de vida saludables.
Por lo tanto, educar en deporte nos obliga también a identificar conceptos como el de agresividad, que se subdivide en dos tipos; agresividad positiva y negativa. La positiva es la relacionada con un buen rendimiento, controlada por el deportista y necesaria para enfrentarse a la competición en modalidades de contacto continuo (rugby, boxeo, baloncesto, fútbol, etc.). En este caso, se dan numerosos deportistas con una agresividad positiva, que controlan sus impulsos, actuando con efectividad.
En contraste, la agresividad negativa es la descontrolada, la que experimenta un deportista, en un momento determinado de la competición y se caracteriza por ser intencionada, instrumental y hostil (por ejemplo, un jugador de baloncesto que le da un codazo a un rival para ganar un rebote).
En este sentido, acciones de esta índole vemos frecuentemente en el deporte (aunque fundamentalmente en el fútbol) y, en muchas ocasiones, quienes observan, aprueban conductas así, desvirtuando el aspecto educativo que debería estar presente.
Si pides que tu hija/o no mienta, entonces no valides una simulación de un penal a favor de tu equipo cuando aquello no ha sido conseguido de buena manera.
En definitiva, el secreto para evitar las agresiones en el deporte es educar, a través del mismo. Se debe partir de la base que el deporte es inicialmente neutro y que son las personas que lo integran quienes lo transforman en positivo o negativo.
Psicólogo deportivo y ex futbolista profesional.