En el vasto terreno de la región del Maule, específicamente en la comuna de Linares, una pista de ceniza se erige como testigo silencioso del incansable esfuerzo de numerosos atletas. En este rincón, un grupo de deportistas y su cuerpo técnico han captado la atención de los expertos, avivando la esperanza de un renacimiento en el atletismo local.
Cuando se mencionan los nombres que resuenan en las pruebas de velocidad en esta región, se evocan figuras como Roberto Herrera, Martin Muñoz, Diego Ramos, Roger Poblete, Sebastián Valenzuela, entre otros. Todos ellos, pioneros en conquistar el desafío de bajar de los 10.99 segundos en los 100 metros planos, un logro reservado para unos pocos privilegiados.
Pero hoy quiero dirigir la atención hacia un talento emergente: Benjamín Aravena Catil. Este joven atleta no solo se une al ilustre grupo de velocistas regionales, sino que también se alza como un nuevo récord chileno. Sus impresionantes marcas de 10.35 segundos en los 100 metros, alcanzadas en los Juegos Bolivarianos, y 20.97 segundos en los 200 metros, registrados durante el Iberoamericano de Atletismo en Brasil, lo sitúan entre los mejores de la historia del atletismo chileno.
Estos logros no son obra del azar, sino el fruto del arduo trabajo, la constancia y la disciplina. Su entrenador, Luis Cerda Hernández, junto a un equipo de técnicos regionales, han apostado por la seriedad y el profesionalismo, contribuyendo al crecimiento de Aravena y de las nuevas generaciones que lo ven como un ejemplo a seguir.
El año 2024 presenta dos desafíos cruciales para Benjamín: el Sudamericano de la categoría U-20 en julio y el Mundial de Atletismo en Lima, Perú, en agosto. La pista atlética Villa Deportiva Nacional de Lima, que ya ha sido escenario de los Juegos Panamericanos en 2019 y volverá a serlo en 2027, alberga grandes expectativas para este prodigioso atleta.
En esta travesía hacia la cúspide, el respaldo de la comunidad de Linares, del Maule y de todo Chile se erige como un pilar indispensable. Benjamín Aravena Catil trasciende las fronteras regionales para convertirse en un símbolo de esperanza, no solo para el atletismo local, sino también para el potencial latente de todo un país en este deporte.