Por: Matías Domínguez
Sentado ante una hoja en blanco escribo, borro, vuelvo a escribir, vuelvo a borrar. Saco otra hoja y la acción se repite nuevamente. Es que cómo se hace para explicar lo que Maradona fue y es para un argentino, a pesar de que, en mi caso, lejos estoy de pertenecer a la Iglesia Maradoniana que todo justifica y todo defiende del 10.
¿Tiene sentido que le diga los títulos? ¿Que hable del mundial? ¿Del gol a los Ingleses? Creo que no, porque el mejor título se lo dio la gente, lo canalizó la Universidad de Oxford al ponerle el nombre: “Maestro Inspirador de Sueños”, pero era lo que la gente durante los 44 años de vida, desde que debutó a los 16, le dijo una y mil veces.
¿Quién no jugó alguna vez a la pelota e imitó a alguna jugada de Maradona? ¿Quién alguna vez no hizo un gol y cuando lo contaba a sus amigos que no lo habían podido ver, decían “viste el gol del Diego en…..” y con ello se ayudaban a explicar su conquista? Es que todos cuando tocamos una pelota en algún momento soñamos lo mismo que Maradona: jugar y ganar un mundial.
Mojarle la oreja a los ingleses con un gol con la mano y luego hacerlos testigos en primera fila del gol más maravilloso de la historia de los mundiales cuatro años después de una guerra tan absurda como dolorosa para el pueblo argentino.
Ser argentino tiene un poco de Maradona: un poco de trampa y un poco de genialidad; tiene un poco de humildad, de lucha, de pelearla y tiene la otra parte de soberbia, de saberlas a todas; tiene eso de ser el mejor amigo, el que te banca en todas, el que no te deja tirado nunca, pero también el que sucumbe a las peores tentaciones y camina por laberintos espinosos y oscuros de los cuales es imposible salir sin una herida.
No crean que Maradona murió, es mentira, si yo levanto la vista y lo veo, mirá, ahí está en el círculo central rodeado de 3 brasileros, arranca, lo quieren bajar, pero no pueden. Se le juntan tres, de acá veo que ese tobillo le va a explotar, se la van a quitar pero no, se la da a Caniggia; Cani lo pasa a Taffarel y explota mi casa. Es mi primer recuerdo cuando tenía 6 años y en un televisor de 14 pulgadas veía esa jugada. Nada equipara a ese momento, ni siquiera cuando en el viejo Chateau Carreras de Córdoba lo vi personalmente defendiendo los colores del Sevilla en un amistoso ante su amado Boca Juniors.
Maradona es el mejor y el peor ejemplo quizás, no le pido que a su hijo le diga “tenés que ser igual a Maradona” porque más allá que nadie lo podrá hacer nunca, lo mejor sería mostrarle toda su vida y que ese chico tenga la capacidad de decir “me quedó con la parte futbolística, con la lucha, con el haber llegado a ser el mejor de la historia luego de pasar tantos años en el barro, la miseria, el frío, y lo peor de todo: la incertidumbre de no saber si al otro día iba a tener un plato de comida en la mesa”; me quedo con eso y no escojo todo lo otro: las drogas, la violencia, las bravuconadas, etc, etc, etc…
Dejen que el Diego le rinda cuentas al de arriba, lo debe estar haciendo en este momento y le va a llevar un buen tiempo quizás, pero déjenme que yo me quede con ese calentamiento en la semifinal de la UEFA, con los goles a los ingleses, pero sin olvidarme de los goles a los Belgas.
Por favor, déjenme ver una vez más ese pase a Burruchaga. Les pido que no me tapen la imagen cuando explotaba en insultos ante los italianos cuando estos silbaban el himno argentino. Dejen que se me estruje el alma cuando lo veo llorar mientras ve como Alemania le saca su segunda copa. Les suplico que me dejen ver ese gol contra Grecia en el 94, el pase a Cani contra Nigeria, la enfermera llevándolo con su verdugo.
Maradona admitió todos sus errores, pero defendió su inocencia en lo del 94, ¿por qué no creerle? ¿Por qué creerle a la FIFA no? Tampoco me borren esa imagen. Déjenme la foto del gol más alto del mundo como diría Víctor Hugo Morales, a mi querido Belgrano de Córdoba en la Bombonera.
Déjenme ese momento cuando todos, me incluyo, nos reíamos de Maradona en Sinaloa, pero no se les ocurra borrarme cuando nos cerró la boca y dejó a ese club dos veces al borde del ascenso e hizo que el nombre de Dorados recorriera el mundo futbolístico.
No me saquen la imagen cuando dice “Quiero que Chile crezca”, menos aquellas imágenes con el llanto en puerta mientras decía “la pelota no se mancha”. Por más que intenten, nadie borrará la imagen poniendose la camiseta de Belgrano como cada de uno de ustedes atesorará la foto con los colores de su club y para aquellos que no tuvieron ese placer, la dejarán en el baúl de los sueños.
Maradona no murió, sólo fue a devolverle a Dios la mano que usó con los ingleses.