Este inicio de mes me tocó vivir la experiencia del Mundial juvenil de taekwondo, en Corea, en la cuna de nuestro deporte.
Para empezar no hay lugar donde se cumpla más un horario que con los coreanos, son más puntuales que los ingleses.
Pese a la preparación y dedicación de ellos, en esta disciplina, los iraníes, turcos y chinos han tenido un gran avance en deportistas juveniles, dejando algunas medallas para los anfitriones en el último día.
La competencia juvenil es bastante larga, porque son 10 categorías de damas y lo mismo de varones, con seis días de trabajo muy fuertes, ya que eran muchos participantes y todos de muy buen nivel.
Cada día que pasa y se van disputando medallas, el ambiente se va poniendo más tenso, por lo tanto, más duro e intenso para nosotros los jueces, que debemos estar cada día mas enfocados, tratando de descansar bien, pese a las 12 horas de diferencia horaria, para estar frescos y comenzar con un nuevo día de competencia.
Llegaron americanos, un par de brasileños, de Costa Rica, una representante de Panamá, México, Estados Unidos y Canadá. Es difícil viajar tan lejos a un Mundial, pues económicamente, es muy poco accesible.
Pese a cualquier dificultad, que se pudo presentar, todo resultó muy bien, ganaron quienes tenían que ganar y todos salimos muy felices, pero agotadísimos de esta cita planetaria.
Chuncheon fue donde se realizó este evento, muy conocida por ser la ciudad del pollo, comimos en todas sus variedades, pero siempre muy sabroso, además de ser una ciudad muy bella, verde, con un gran lago que pudimos ver en su plenitud paseando por el telesférico.
Ciudad muy limpia, muy ordenada, sin delincuencia, que ya en América cuesta ver esto, así que esta fiesta del deporte terminó de gran forma, con nosotros como árbitros y, en mi caso, representando a Chile y el Maule.