El ejercicio físico es toda actividad física planificada, estructurada y repetitiva, cuyo objetivo es mejorar o mantener la salud, calidad de vida o recreación.
Los beneficios de esta práctica se conocen en todo el ciclo vital del ser humano, siendo fundamental en el aprendizaje y conducta.
Para la adquisición de una actividad física planificada, es muy importante, la adquisición previa de una adecuada motricidad.
Durante las etapas de infancia y adolescencia, el aprendizaje motor genera una reorganización progresiva, en redes cerebrales asociadas al movimiento, donde investigaciones sustentan que procesos neurofisiológicos, como es la plasticidad neuronal y la conducta,
se asocian en la adquisición e integración de aprendizajes mediante secuencias motoras.
Es nuestro cerebro, quien modula todos nuestros procesos motores, los cuales se pueden comenzar a identificar desde el primer día de vida, habilidades que van aumentando, conforme pasan los primeros meses de vida, adquiriendo habilidades motoras superiores como el sentarse, gatear, caminar, correr, comer, entre algunas.
Otra etapa importante, en la adquisición motora, es la etapa preescolar a la adolescencia, donde se desarrolla el área prefrontal, que tiene como función la regularización de las funciones ejecutivas, que son un conjunto de capacidades, que permiten lograr actividades mentales complejas como la anticipación, planificación, organización, con el objetivo de controlar y regular la propia conducta.
Por esto, investigaciones han evidenciado que la práctica deportiva, en esta etapa, genera una mejor activación de redes cerebrales, así como una mejor oxigenación cerebral, presentando niños/as y adolescentes una mayor capacidad de resolución de conflictos, memoria y aprendizaje.
Por lo que la práctica de actividad, física durante la infancia y adolescencia, impacta emocional y cognitivamente a quienes la practican, siendo un factor protector fundamental, en el estado de salud de cada uno de ellos.