La práctica deportiva requiere de la capacidad de persistir y adaptarse, positivamente, a eventos negativos, por lo que, para obtener experiencias positivas, mejores resultados y rendimiento, los deportistas deben desarrollar la resiliencia, que se define como la capacidad de vencer la adversidad, manteniendo un control psicológico y físico, que permite un funcionamiento normal. Y a la vez un aprendizaje del hecho traumático experimentado.
En el ámbito deportivo, es considerada como la capacidad de enfrentar el desempeño deportivo, lesiones, adversidad en general y, por sobre todo, el estrés. Esta capacidad se desarrolla durante la vida, por lo que se puede adquirir como un aprendizaje, el cual tiene como objetivo que la experiencia negativa se reinterpreta como una experiencia positiva.
Los deportistas, con una mayor capacidad de resiliencia, presentan características comúnes: se logran adaptar a cambios significativos, aceptan la realidad, son optimistas, cuentan con apoyo social y presentan algún propósito en la vida.
Desde la neurobiología, la resiliencia se define como la respuesta fisiológica y psicológica adaptativa ante la adversidad, permitiendo la sobrevivencia. Esto se define como la creación de nuevas memorias, mediante la adquisición de estrategias y resolución de problemas, que a nivel cerebral se traduce en reorganización de redes neuronales.
Esto quiere decir, ante una situación adversa, se activa el circuito que responden a situaciones estresantes emocionales, en la que participan estructuras cerebrales, como lo son la corteza prefrontal, amígdala, hipocampo, cíngulo anterior, entre algunas.
Es aquí, cuando la corteza prefrontal izquierda, la cual cumple la función de planificar, organizar y toma de decisiones, determina los mecanismos de la resiliencia asociados con la amígdala, que es la estructura en donde se procesan nuestras emociones.
Por lo que, una mayor activación en la corteza prefrontal izquierda, conlleva a una menor activación de la amígdala, lo que se traduce en una mejor respuesta a la adversidad. Las personas resilientes responden de una menor forma a esta activación emocional.
Se puede concluir, que los deportistas resilientes presentan una mayor autoestima, seguridad para enfrentar la adversidad, autoeficacia y la capacidad de que los errores son consecuencia de factores que se pueden modificar. Lo que se traduce en un mejor rendimiento en general.