En este día tan especial, quisiera dedicar esta columna a todas las madres que cumplen un rol tan hermoso en la vida deportiva de sus hijos, muchas veces en el anonimato y se dan a conocer cuando el atleta, en ocasiones alcanza algún objetivo.
Una madre contribuye de manera directa en el crecimiento deportivo de este exponente, en todo sentido. En innumerables ocasiones hemos visto, como nuestras madres, nos acompañan desde el entrenamiento invisible (horas de sueño, alimentación), hasta muchas veces de manera física en cada entrenamiento o debut deportivo.
Nuestras madres son las primeras en creer en nuestros sueños y capacidades para alcanzarlos, nos alimentan en amor y en muchas ocasiones nos abrazan, después de cada derrota y nos impulsan a seguir creyendo en nuestros sueños.
No importa la hora, ellas siempre están dispuestas para impulsarnos a mejorar en cada aspecto de nuestra vida y cuando pasamos por la etapa de formación deportiva. Son ellas las mejores enfermeras, psicólogas y tienen toda la gama de especialidades para brindarnos su apoyo.
Los Juegos Olímpicos han sido vitrinas, muchas veces, de madres extasiadas mirando a sus hijos y sufriendo con ellos en cada disciplina. En innumerables ocasiones, son el pilar fundamental para que la familia se mantenga unida, donde en muchas ocasiones, un hijo sale a competir activamente y ayuda a que esto no altere la normalidad del hogar.
Detrás de cada deportista, tenemos esfuerzos por parte de toda la familia y ahí está nuestra madre, siempre con su amor incondicional haciendo más fácil el trabajo arduo en seguir un sueño deportivo.
¡Feliz día a todas las madres, que con su amor incondicional hacen mejores personas mediante el deporte!